© 1969, 2010 Mark Millman |
Allen Ginsberg
Testimonio en Chicago (Gallo Nero, 2012)
Prólogo de Fernanda Pivano
A
veces es necesario dar dos pasos hacia atrás para tener la posibilidad de dar
uno hacia adelante. O, visto de otro modo, en ocasiones es importante echar la
vista hacia el pasado para poder centrar nuestro foco en las intenciones de
futuro. En el mundo actual, que parece haber llegado a un punto insostenible de
tensiones económicas y sociales, no tenemos tiempo (ni nos es suministrada esa
información por los medios de comunicación) para analizar el pasado y poder
observar que no mucho tiempo atrás la sociedad parecía sufrir los mismos males
que hoy padecemos.
Los
últimos años de la década de los 60 del siglo XX fueron un continuo conflicto
social relacionado con las guerras (estaba muy presente la de Vietnam), con la
economía que nos llevaba al desastre medioambiental y con la estructura social,
que tuvo sus exponentes máximos en el Mayo del 68
francés y en los movimientos hippies y pacifistas de
Estados Unidos.
En
ese contexto, el 25 de agosto de 1968 se reunieron en el Lincoln Park de
Chicago alrededor de 5.000 personas entre anarquistas, hippies, pacifistas,
comunistas, radicales y militantes negros a fin de celebrar el Festival
de la Vida, que no tenía más objeto que el de «imprimir
creatividad a las manifestaciones de protesta y congregar a las masas… para
ofrecer un ejemplo de estilo de vida alternativo, del renacimiento
de la juventud y, como se decía por entonces con cierta esperanza aún, de la
cultura underground».
Precisamente,
hicieron coincidir aquella manifestación de lo que hoy diríamos Otro
mundo es posible con la convención del Partido
Demócrata
que tuvo lugar en Chicago, precisamente, entre el 25 y el 29 de agosto de 1968.
Ya desde el mismo 19 de agosto, cuando se instalaron los primeros manifestantes
en el parque Lincoln, se hicieron presentes las desorbitadas fuerzas de
seguridad que habían preparado para defender la convención y reprimir la
manifestación, desde el cuerpo de Bomberos hasta el Servicio Secreto: 6.000
soldados del ejército, pertrechados hasta con lanzallamas y bazucas, 6.000
soldados de la guardia nacional, 12.000 agentes de policía, 170 detectives y
más de 500 del Servicio Secreto, además de los agentes de la brigada de
narcóticos que trabajaron día y noche para impedir cualquier atisbo de
manifestación.
Con
ese panorama, claro, el enfrentamiento no podía remediarse y la violencia
comenzó, según atestiguó un informe oficial, por parte de las fuerzas del
orden, que atacaron violentamente a los allí acampados. Entre ellos había
personalidades literarias e intelectuales como Norman Mailer (1923-2007), William Burroughs (1914-1997),
Jean Genet (1910-1986), que había acudido directamente desde Francia, o Allen Ginsberg (1928-1997).
Tras
los enfrentamientos, llegaron los juicios a distintos encausados y ante los
jueces pasó como testigo el propio Ginsberg, que hizo lo posible por explicar
los argumentos que les habían llevado a reunirse en aquel parque, además de dar
muestra ante el tribunal de su ironía, de sus convicciones y hasta de su poesía
y sus estudios sobre las culturas orientales. En 1970, las actas de aquel
testimonio fueron transcritas por Jason Epstein, escritor,
periodista, editor y cofundador de The New York Review of Books.
Precisamente esa transcripción es la que reproduce este libro, Testimonio en Chicago, que cuenta con la larga y muy descriptiva nota
introductoria de Fernanda Pivano.
Son
argumentos que hoy pueden sonarnos a esos movimientos que han surgido en los
países árabes, o en España, el Movimiento 15M, o los
ecologistas que reiteran hasta la saciedad para que cale en la sociedad lo de
que no podemos seguir con un consumo continuado eternamente… Argumentos que un
día fueron actuales y que hoy lo son a fin de que puedan soucionarse los
problemas más básicos de nuestra sociedad… y no solo de nuestra economía.
Puedes ver un vídeo con Allen Ginsberg cantando durante una manifestación junto al lago Michigan, previo a la Convención Demócrata de Chicago de 1968, pinchando aquí.
Javier
Herrero
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