jueves, 23 de octubre de 2014

Vatanescu y la liebre

Tuomas Kyrö


Tuomas Kyrö
Vatanescu y la liebre
Alfaguara, 2014

Estoooo.... Érase una vez... No, no. O sí. Una vez... Y otra, Y otra más. Y muchas más, sin que nos demos cuenta realmente de que sucede a nuestro alrededor. ¿Qué les parecería que les contasen un cuento al revés? Un cuento en el que los protagonistas son los que suelen poner color en los escenarios de los que habitualmente protagonizan las historias. Esas con personajes (felices o no, eso no importa demasiado) que disfrutan de los generosos beneficios de nuestras sociedades civilizadas y modernas. Lo normal en esos cuentos es encontrarse con príncipees y princesas, con gentes de éxito en la vida, con policías eficaces y militares victoriosos. Pero en esos cuentos hay otros personajes con los que los protagonistas se cruzan: los marginados, los menesterosos, los perdedores, que sirven para poner en evidencia y resaltar los valores de aquellos, la generosidad, la valentía, la tenacidad, la caridad...
Sin embargo, quienes protagonizan este cuento son, precisamente, esos desfavorecidos de las historias (y de la historia). Quienes hablan en Vatanescu y la liebre son los pobres, los vagabundos, los pedigüeños... esos seres con los que, en nuestros particulares cuentos diarios, nos cruzamos tantas vecees, ignorándoles la mayoría de ellas, como si ese obstáculo que se presenta ante nosotros no fuera más que eso, un incómodo obstáculo. Son esos seres a los que solo miramos si es absolutamente necesario y que si, ocasionalmente, nos inspiran algo es piedad, pena o caridad y, la mayor parte de las veces, desconfianza, recelo e, incluso, miedo. Son esos inmigrantes que mendigan por las calles, aprisionados entre sus inmediatas necesidades y las que, prometiéndoles subsanarlas, les engañan y les manipulan, les explotan y les esclavizan.
El protagonista de esta fábula es un mendigo rumano explotado por las mafias rusas y obligado a ejercer esta extraña profesión en un terreno tan inóspito para él como Helsinki, en Finlandia. Vatanescu, que así se llama el individuo, nos cuenta cómo y cuáles son sus experiencias cotidianas y qué idea le ha llevado a meterse en tan siniestra aventura: comprarle unas botas de fútbol con clavos a su hijo. Es un joven con gran iniciativa y su voluntad le lleva a vivir una aventura tan inesperada como divertida de leer, sin que el ácido humor que en ella se destila reduzca ni un ápice el drama humano que se vislumbra fácilmente entre líneas.
Tuomas Kyrö crea una especia de parábola sobre la dignidad humana con una escritura ágil, divertida al narrarnos la historia de Vatanescu y de una liebre que se encuentra en su camino que le cambiará su suerte definitivamente. Lo que no impide que, de paso, haga una certera e implacable crítica de la sociedad acomodada de la Europa avanzada, del mundo rico, consumista aderezado de ecológico, responsable, civilizado, demócrata... pero mecanizado, frío, indiferente, abúlico y, en resumen, un peón (privilegiado) de un gran tablero de ajedrez en el que son otras manos las que dirigen el juego.
Leyendo esta estupenda novela llegada del frío norte no puede evitarse sonreir por la clara, quizás ingenua, manera de comportarse y de discurrir de Vatanescu. Incluso provoca la risa a veces. Pero, dado el drama de trasfondo que se esconde en el texto, de ninguna manera puedo reir “hasta dolerme la mandíbula” como reza una de esas recomendaciones de la contraportada de algún experto de alguna revista de algún país (como tantas veces) que sirven para promocionar el libro. Un libro muy recomendable que dicen que hace un homenaje a un clásico finlandés, El año de la liebre (1975, en Anagrama) del autor finlandés Arto Paasilinna (y que yo, lamentablemente, no he leído... Habrá que poner remedio a eso).
Javier Herrero 

miércoles, 15 de octubre de 2014

El devorador de calabazas

Penelope Mortimer

Penelope Mortimer
El devorador de calabazas
Impedimenta, 2014

Descarnada e implacable, aunque revestida de comedia costumbrista, algo oscura y dramática, El devorador de calabazas es una obra absolutamente deslumbrante sobre la relación de una mujeres en su (sus) matrimonio(s) y de cómo afronta su (sus) maternidad(es). Concretamente, esta mujer es la señora Armitage, para quien el sentido de su vida está ordenado en función de sus hijos, de su educación y de tener uno detrás de otro, pues, tras pasar por cuatro matrimonios, su única finalidad es seguir teniendo más y más hijos.
El libro, fabuloso en su narración, comienza con una sesión de la mujer con un psicólogo, al que ha acudido para tratar de poner freno a su irrefrenable ansiedad de seguir siendo madre. Es la misma señora Armitage la que narra todo el relato en primera persona, lo que aporta una mirada muy subjetiva y sugerente, casi como si estuviéramos leyendo su diario más íntimo y personal. De hecho, todas las situaciones suceden en presencia de la narradora y no hay nada, salvo sus pensamientos, ansiedades y deseos, que no pertenezca al ámbito de la experiencia directa de la mujer.
El devorador de calabazas fue escrita en 1962 por la escritora galesa Penelope Mortimer (1818-1999), y tiene mucho de sus vivencias personales. Fue hija de un clérigo descreído que abusó de ella durante toda su infancia. A los 19 años se casó por primera vez y tuvo dos hijos de ese matrimonio y otros dos fuera de él, de dos hombres diferentes. Durante uno de esos embarazos, conoció al escritor y abogado John Mortimer (1923-2009), un reconocido mujeriego, con quien tuvo dos hijos más. Cuando ya era madre de seis hijos de cuatro hombres diferentes, trató de suicidarse aunque fracasó y, posteriormente, se sometió a terapia freudiana psicoanalítica y, en vista de su inutilidad, a tratamiento electroconvulsivo, hasta que, tras abortar una vez más y quedarse por octava vez embarazada, fue esterilizada por recomendación de su médico. En suma, una vida realmente dramática, que rayó el delirio, aunque no le restó energía suficiente como para crear una obra literaria, breve y muy inspirada en sus propias vivencias, además de escribir guiones cinematográficos y numerosos artículos periodísticos.

Cartel de la película basada
en El devorador de calabazas
Esta novela se nutre precisamente de muchos de sus avatares vitales, de sus frutraciones, sus desengaños y sus relaciones con los hombres, con sus hijos, e, incluso, con las amantes de sus maridos. El título, El devorador de calabazas, parece proceder de un breve texto en forma de canción infantil que Penelope Mortimer escribe al inicio del libro:
Pedro Comecabezas / tenía una mujer / que no podía retener /En una calabaza la metió / y allí muy bien la conservó
Casi sobran las palabras... Pero que nadie se espere de este libro un dramón como la copa de un mino, de esos de cortarse las venas. Entre todo este argumento hay mucho humor, mucha ironía, un modo de ver la vida de manera melodramática, pero muy ameno, como si lo que narra la protagonista en primera persona no tuviera más remedio que vivirlo y asumirlo como natural (pese al sufrimiento que padece por ello) y sacándole todo el jugo posible a su destartalada vida. Es, en suma, un nuevo regalo literario de origen británico que nos regala de manera realmente glamurosa la editorial Impedimenta, con sus magníficas ediciones y buenas traducciones, en este caso realizada por Magdalena Palmer. De este texto existe una versión cinematográfica, filmada solo dos años después de ser escrito por Jack Clayton, con adaptación de Harold Pinter, e interpretado, nada menos que por Anne Bancroft y Peter Finch.
Por cierto, el próximo domingo se cumplen 15 años del fallecimiento de Penelope Mortimer y comenzar este libro puede ser un buen homenaje a esta mujer castigada y valiente.
Puedes ver el trailer de la película basada en este libro pinchando aquí.
Javier Herrero

martes, 14 de octubre de 2014

Eraserhead



David Lynch
Eraserhead (Cabeza borradora)
Estados Unidos, 1976
MK2 / Avalón

Cabeza borradora o, en su título original, Eraserhead es una de las pocas películas de cine experimental que ha traspasado las barreras del propio experimento visual para llegar a las pantallas comerciales y convertirse en una de esas cintas que cualquier aficionado al cine tiene entre sus recursos habituales, logrando hacerse con el siempre extraño título de película de culto.
Quizás sea debido a que puede considerarse como un compendio de todas las neurosis, fantasías e imaginario visual del que tiempo después se convertiría, esto sí, en director de culto, David Lynch. Autor de maravillas del cine como Terciopelo azul (Blue Velvet, 1896) y Una historia verdadera (The straight story, 1999), además de la que quizás sea la serie de televisión más famosa y mediática de la historia, Twin Peaks (1990), Lynch se estrenó en el largometraje con esta extraña pesadilla titulada Eraserhead en 1976. Una historia delirante y obsesiva que parece extraída de la imaginación alterada de una mente enferma en caída libre en el interior de una pesadilla.
Filmada en un espléndido blanco y negro con intensos contrastes y fuertes claroscuros, los personajes hablan, se mueven y se relacionan entre ellos con palabras casi inconexas y actitudes narcotizadas, creando un efecto de estados alterados, más propios de una alucinación que de una película, lo que, por otro lado, es el gran aliciente de la película. También lo es de manera espectacular, la estética, rompedora, impactante, una plástica que juega con lo sórdido de un mundo infecto y que parece haber perdido las esperanzas de salir a espacios más luminosos. El personaje protagonista, Henry Spencer (John Nance) parece proceder de una banda musical de las que, en los tiempos en que Lynch rodaba rodando esta película, estaban revolucionando el mundo del pop.


Eraserhead es un gran experimento que permitió a Lynch presentarse y presentar muchos de los recursos que después formarían parte de lo que podemos denomnar Universo Lynch, en señas de identidad de su cine: luces que se funden inesperada y misteriosamente; oquedades y agujeros a los que se acerca la cámara, pero que nunca nos descubre qué contienen; zumbidos constantes; escenarios teatrales, oscuros y siniestros... Y, sobre todo, ese paso constante de una realidad a otra, de un mundo a otro que puede parecer real, que se nos oculta bajo la herrumbre de la cotidianidad y que quizás sería mejor no descubrir (como plasó de manera magistral en Blue Velvet y en Twin Peaks).
Toda una experiencia la de dejarse llevar y entrar en el extraño mundo iniciático de uno de los directores más peculiares del cine, de esos que tienen su firma plasmada en cada producción. Además, esta edición en dvd está supervisada por el propio director y que incluye algunos de sus cortometrajes, cuatro de ellos anteriores a la realización de Eraserhead.
Puedes ver el trailer de Eraserhead pinchando aquí.
Javier Herrero

lunes, 13 de octubre de 2014

Franz Kafka


Reetrato de Franz Kafka, realizado por Javier Herrero
Franz Kafka
La metamorfosis / El proceso / El Castillo / El desaparecido
Alianza Editorial / El Libro de Bolsillo, edición 2013/14

No muchos autores ni creadores han dado su nombre al lenguaje cotidiano. Existen personajes literarios que, por responder a actitudes claramente cotidianas, denominan con sus nombres dichas actitudes. Por ejemplo, el quijotismo -por El Quijote, claro-, como una “exageración en los sentimientos caballerosos” (RAE), o edípico (relativo al complejo de Edipo, referenciado en el drama clásico Edipo rey). Pero casi nadie real ha puesto su nobre a algo que todos reconocemos. Junto a Dante Alighieri (1265-1321), que ha dado al mundo la palabra dantesco, otro de esos pocos que ha aportado su apellido al lenguaje fue Franz Kafka (1883-1924), autor checo que escribió en alemán una obra, breve en su conjunto, que le ha encumbrado (a su pesar) como uno de los autores esenciales de la literatura universal. Sus textos, tortuosos y obsesivos, han dado forma a lo que hoy entendemos como lo kafkiano, que la RAE define como “Dicho de una situación: Absurda, angustiosa”.

Y eso es preciamente lo que aparece en las cuatro novelas que llegó a escribir: situaciones que escapan a las decisiones voluntarias de los protagonistas y que acaban envolviéndolos en sus redes, cada vez más densas y espesas, ahogándolos, asfisiándolos e impidiéndoles actuar para poder escapar de ellas.
He dicho “acaban envolviéndolos”... O empiezan, pues La metamorfosis (1916) comienza con uno de los arranques literarios (con el permiso del “En un lugar de La Mancha...”) más famoso de la historia de la literatura y que dice así:
«Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró convertido en un monstruoso insecto»
Algo extraño me ha pasado pero no sé qué es. Ese puede ser el resumen del argumento de este pequeño libro, aparentemente absurdo, que se ha convertido en una de las grandes obras maestras del siglo XX. Un cuento que es alegoría o metáfora de muchos de los complejos, miedos y comportamientos de la sociedad europeas en tiempos de Kafka y, por extensión, de muchos males de las relaciones sociales de nuestro tiempo, en donde aparecen el miedo a lo extraño y lo desconocido y la dificultad para separarnos de lo rutinario, de lo que la misma sociedad espera de nosotros y en lo que nos sentimos protegidos.
Metáforas de esas enfermedades sociales que aquejan a nuestro mundo y que se magnifican en los vericuetos de la burocracia y de la justicia, tan bien plasmados en otras dos obras suyas: El castillo (1926) y El proceso (1925).


En la primera de ellas, El castillo, el agrimensor K (el uso del acrónimo K, habitual en Kafka, crea una intensidad emocional deslumbrante) llega a las inmediaciones de un castillo, llamado por las autoridades locales, para realizar un proyecto indeterminado. Sin embargo, nunca podrá adivinar para qué está ahí y, ni siquiera, podrá acceder a esas autoridades que le han llamado para solventar su insólita situación, debido a la espesa trama de funcionarios, obligaciones locales y burocracia que todo lo enturbia y corrompe (¿les suena de algo esto?).
Un absurdo que se incrementa aún más en El proceso, en el que Joseph K (otra vez la letra K) es despertado una mañana con la acusación de haber cometido un delito y llevado por ello a los tribunales de justicia. Es en esos oscuros e incomprensibles espacios donde su vida comenzará a perder sentido, pues nunca podrá saber de qué se le acusa y se verá dramçaticamente abocado a un galimatías de burocracia, permisos, papeles, escritos, abogados... que le harán vivir en una espiral de sinsentido (¿les vuelve a sonar a algo?).

Otras dos obras maestra más del escritor praguense, que se complementan con la más luminosa e inacabada El desaparecido (1927), conocida también como América. En ella narra la llegada de un joven de 16 años a la meca que supone Estados Unidos para un emigrante de la deprimida Europa tras la Primera Guerra Mundial. No obstante tener un espíritu más esperanzador (y quizás, hasta de novela de aventuras), el libro de Kafka incide nuevamente en las dificultades, a veces incomprensibles, que traban el camino del protagonista. Pese a no estar finalizado, este título es una (otra) obra maestra de Kafka.
El libro de Bolsillo de Alianza Editorial recupera con su nuevo formato la obra de Franz Kafka, con traducciones de Miguel Sáenz, lo que es un estímulo más para completar nuestra biblioteca con obras necesarias de la literatura universal. Se anuncia la inminente salida de su famosa Carta al padre (1919), misiva dirigida a su progenitor para suavizar sus difíciles relaciones. Faltan, de momento, los libros que reúnen los relatos sueltos, algunos tan importantes como sus libros largos y supongo que finalizarán con su amplia relación epistolar con Milena Jesenská y Felice Bauer, dos mujeres importantes en la vida de Kafka y en cuyas cartas se dibuja su figura casi mejor que en cualquier biografía.
Javier Herrero

viernes, 3 de octubre de 2014

Franco



Stanley G. Payne y Jesús Palacios
Franco. Una biografía personal y política
Espasa, 2014

Casi dos generaciones han pasado ya desde que el 20 de noviembre de 1975 muriera el dictador que dirigió el devenir de nuestro país durante 36 años, Francisco Franco (1892-1975). Es lo mismo que decir que ya hemos vivido más tiempo desde su fallecimiento que lo que duró su régimen tras la dura, sanguinaria y cruel Guerra Civil. O dicho de otra manera, ya hay personas a punto de cumplir 39 años que nacieron en el tiempo posterior a la muerte del militar dictador.
Han pasado, por tanto, casi cuatro décadas desde que se acabara el régimen y por nuestra sociedad ha pasado de todo, desde un crecimiento económico-social indudable que ha mejorado las condiciones de vida de los ciudadanos hasta, en el lado negativo, distintas crisis económicas, mucha, mucha corrupción política y empresarial y una evidente desilusión de lo que se había esperado que fuera la democracia. Esto no quiere decir que estemos en disposición ni con intenciones de regresar a antiguos conceptos sociales, sino que quizás sea ya hora de revisar todo ese proceso y analizar lo que ha sido nuestra historia sin pasiones enfrentadas ni intereses espurios, en vistas, claro está, de reforzar los presupuestos democráticos, barrer la corrupción y alentar la participación ciudadana.
Todo este largo preámbulo para presentar un libro de reciente aparición en las librerías, Franco. Una biografía personal y política, que trata sobre la vida personal y política de ese hombre que gobernó los destinos de España durante casi cuatro décadas. Es evidente que, aún tras el tiempo pasado desde su muerte y la finalización de su régimen, la figura del dictador (que murió en su cama) sigue levantando pasiones encontradas que solo el tiempo acabará por disipar. También es evidente que los jóvenes estudiantes de hoy día estudian la figura de Franco como si fuese la de Carlos V u otro gobernante de tiempos remotos, sin que tengan conciencia clara de quién fue ese que determinó la vida directa de sus abuelos y, por ello, la de su propio país, en el que ahora viven. Somos lo que somos y estamos donde estamos por nuestra historia y difícilmente vamos a solucionar muchos de los problemas que hoy nos atañen si no somos capaces de analizar los orígenes de los mismos desapasionadamente y sin sectarismos (no olvidemos que España ha sido de los pocos países del mundo que, tras la salida de una dictadura no ha hecho juicio, aunque sea solo moral, de su oscuro pasado reciente).

Uno de esos cuadros victoriosos con los que se retrató al dictador.
Así, a un año de cumplirse cuatro décadas del fallecimiento de Franco, aparece esta extensa biografía del personaje y de la persona, firmada por dos historiadores de reputada imparcialidad y experiencia, el hispanista estadounidense Stanley G. Payne y el periodista e historiador Jesús Palacios. Hay otras biografías del dictador publicadas a lo largo de la democracia, con más o menos sesgo político hacia un lado u otro, pero lo que puede enriquecer a esta es la inclusión de muchos de los papeles desclasificados por los gobiernos de Estados Unidos y de otros países europeos, entre ellos Alemania y el nuestro, entre los que destacan los (escasos) archivos privados del mismo Franco, los pertenecientes a la Alemania nazi y los del Ministerio de Asuntos Exteriores español. Además, se nutre con declaraciones directas de la misma hija del gobernante, Carmen Franco Polo, extraídas de distintas entrevistas realizadas en 2008. Todo eso y un esquema narrativo simple logra desmontar muchos de los mitos y leyendas que -inevitablemente- siempre rodean las figuras de los personajes que han detentado tanto poder sobre un pueblo como el que tuvo Franco durante su largo régimen.
Aporta también algunos aspectos de la vida de la persona, del padre y marido, de su relación con su (sobre todo en la última época) todopoderosa esposa Carmen Polo (1900-1988), o de su religiosidad e ideas sobre la república y la tan traída y llevada aversión hacia la masonería.
La historia -y los historiadores como herramienta para que se cumpla- acaba situando a los personajes en su sitio, siempre y cuando logre investigarse sin condicionamientos políticos ni intereses económicos o clasistas. Y en España ya es hora de que hagamos un verdadero repaso de quienes nos gobernaron y también de quienes nos gobiernan. Conocer nuestros errores es la mejor manera de no caer nuevamente en ellos.
Javier Herrero

jueves, 2 de octubre de 2014

La venus de las pieles



Roman Polanski
La venus de las pieles
La vénus a la fourrure (Venus in Fur), 2013 
Wanda / Cameo

El teatro en grado sumo convertido en cine con mayúsculas.
Roman Polanski es uno de esos pocos directores que logran que cada obra suya despierte, si no admiración, sí al menos mucho interés. Es un verdadero maestro del lenguaje cinematográfico que ha dado al Séptimo Arte algunas obras maestras incuestionables, como, por citar solo algunas, La semilla del diablo (Rosemary’s baby, 1968), Chinatown (1974), Repulsión (Repulsion, 1965) o El pianista (The pianist, 2001). Ha tocado todos los géneros con gran eficacia y, pese a haber tropezado un par de veces (La novena puerta y Lunas de hiel), su filmografía tiene desde productos comerciales y de encargo realizados extraordinariamente (Piratas y Oliver Twist), a cintas realmente experimentales y surrealistas (El quimérico inquilino y ¿Qué?), tan sorprendentes y desconterctantes como sus prio¡meras obras filmadas en su Polonia natal (El cuchillo en el agua y Cul-de-Sac). También ha pasado por el humor (El baile de los vampiros) , el tema histórico y romántico (MacbethTessy, con gran virtuosismo, también por el género de intriga (Frenético y El escritor).
El reduccionismo parece ser su última tendencia, aunque ya lo había ensayado hace 20 años en La muerte y la doncella (Death and the maiden, 1994). Quizás su extraño exilio en Europa, provocado por aquél delito sexual por el que le reclama Estados Unidos, le haya hecho volver al cine con pocos actores, quizás sea solo por dar rienda suelta a sus expresiones artísticas más primigenias, el caso es que su anterior película, Un dios salvaje (Carnage, 2011) ya fue un verdadero alarde de cómo una cámara puede moverse entre solo cuatro personajes en el interior de un reducido espacio como es el reducido piso de dos de los protagonistas.
Su última cinta estrenada, La Venus de las Pieles va todavía un poco más allá. Basada libremente en la obra homónima de Leopold von Sacher-Masoch (1836-1895), son solo dos actores los que sostienen toda la trama argumental y, sin duda ninguna, lo hacen en estado de gracia, con unas interpretaciones que rayan lo perfecto.


El argumento es simple. Una mujer joven y muy atractiva, Vanda (Emmanuelle Seigner) acude a un teatro de París a una audición. Llega tarde y agobiada y ya solo está en el teatro el autor de la adaptación de la obra, Thomas (Mathieu Amalric) que en un principio se niega a atender a la que cree una más de las mediocres e incultas actrices que le han amargado el día de audición. Pero Vanda acaba seduciendo a Thomas, en parte con su aparente vulgaridad, en parte con una cada vez más evidente, sabiduría sobre el personaje que tiene que represantar. La película se desarrolla en un verdadero Toru de force de los dos protagonistas, con un toma y daca de actitudes de poder y de sumisión, lo que acaba confundiéndose con la obra para la que se está realizando la audición.
Emmanuelle Seigner, a la sazón esposa de Polanski, hace de su actuación un verdadero gozo para el espectador, aportando de la mano del director, ritmo, energía, sensualidad, brillantez y muchas píldoras de pasión por la trama argumental, tanto de la película como de la obra que se representa dentro de la película. Su pareja interpretativa, Amalric, no se queda por debajo del nivel de Seigner, logrando que ambos estructuren un espectáculo dialéctico lleno de emociones y sabiduría que acaba convirtiéndose en una (otra) obra maestra del cine firmada por ese genio polaco que con cada obra nos sorprende, nos engatusa y nos enamora. Quizás su final sea un poco exagerado; hay quien considera que esta es una obra menor de su autor. Aún así, todos coinciden en que es, aun siendo menor, otro logro mayúsculo del mundo del cine.
Puedes ver el trailer de La Venus de las Pieles pinchando aquí.
Javier Herrero

miércoles, 1 de octubre de 2014

Gayconography



Guillem Medina
Gayconography
Una visión artística de la imagen homosexual
Plan B Publicaciones, 2014

Quizás el movimiento reivindicativo se haya diluído un poco (al menos en las grandes ciudades del mundo occidental), aunque el mundo gay, homosexual, lesbiano, transexual, pansexual... sigue marcando tendencias y apostando por un mundo más tolerante donde todos cabemos sin hacer preguntas sobre aspectos que pertenecen al mundo más íntimo de las personas. También es cierto que el mundo gay ha hecho bandera de su condición sexual como arma para reivindicar sus derechos a través de una exposición pública de la misma y eso ha generado, no solo una gran normalidad (aunque quede mucho por lograr todavía) sino también un entramado socio-cultural de gran envergadura, con sus patrones, sus tribus, sus señas de identidad, sus propias marcas, símbolos, espacios, modas, tendencias...
Como la misma condición humana, la homosexualidad se pierde en los orígenes de la historia y a lo largo de la misma han sido muchos los que han hecho gala de su orientación sexual defendiéndola pese a todas las dificultades que a causa, sobre todo, de las religiones, han puesto la mayoría de las sociedades para la libre expresión de las diferentes tendencias sexuales. Es hoy día cuando (quizá gracias a la universalidad que aportan las redes sociales e internet) el mundo gay se ha liberado de tantas cadenas y opresiones (ya repito que aún faltan muchos terrenos que conquistar en ese sentido) y se ha convertido en un complejo y variado grupo social muy presente en todas los aspectos de la vida, incluyendo, cómo no, los espectáculos, el arte, la literatura, el cómic, el cine, la música...


Es precisamente esto lo que nos presenta Guillem Medina en su libro enciclopédico (por su voluntad de ordenar) Gayconography, editado por Plan B Publicaciones, una suerte de manual en el que se repasan todas las manifestaciones iconográficas del mundo homosexual, desde sus banderas y símbolos (bandera arcoíris, triángulo rosa...) hasta sus movimientos activistas y días de reivindicaciones (léase Día del Orgullo).


Hace asimismo un repaso por los personajes históricos que han sido referentes homosexuales de la literatura (Oscar Wilde, Lorca, Moix...), de la fotografía (Mapplethorpe, Pierre & Gilles... con una dedicatoria a la propia labor de Guillem Medina como fotógrafo), el cómic (Tom de Finlandia, Nazario, Ralf König...), la música (Village People, Freddie Mercury, Elton John...), el cine (Visconti, Derek Jarman, Almodóvar...), las artes escénicas (Paco Clavel, entre otros), la televisión (Enredo, Queer as Folk, Sexo en Nueva York...) y muchas otras manifestaciónes culturales y artísticas, sin olvidarse de la importancia que las revistas han tenido para la defensa y reivindicación de los derechos y unión de los homosexuales como colectivo social. Solo se echa en falta una referencia a espacios y locales clásicos, quizás muchos ya desaparecidos, pero que han sido también icónicos en muchas ciudades del encuentro y, por tanto, lucha de los homosexuales por defender sus derechos de elección y decisión.
Aún así, Gayconography puede convertirse en un referente para la cultura gay y además en un libro ameno, divertido, muy ilustrado y repleto de referencias que más de una vez nos harán sonreir y compartir sin complejos cualquier tipo de manifestación cultural sin mirar de qué orientació sexual es la persona que la propone.
Javier Herrero