lunes, 13 de octubre de 2014

Franz Kafka


Reetrato de Franz Kafka, realizado por Javier Herrero
Franz Kafka
La metamorfosis / El proceso / El Castillo / El desaparecido
Alianza Editorial / El Libro de Bolsillo, edición 2013/14

No muchos autores ni creadores han dado su nombre al lenguaje cotidiano. Existen personajes literarios que, por responder a actitudes claramente cotidianas, denominan con sus nombres dichas actitudes. Por ejemplo, el quijotismo -por El Quijote, claro-, como una “exageración en los sentimientos caballerosos” (RAE), o edípico (relativo al complejo de Edipo, referenciado en el drama clásico Edipo rey). Pero casi nadie real ha puesto su nobre a algo que todos reconocemos. Junto a Dante Alighieri (1265-1321), que ha dado al mundo la palabra dantesco, otro de esos pocos que ha aportado su apellido al lenguaje fue Franz Kafka (1883-1924), autor checo que escribió en alemán una obra, breve en su conjunto, que le ha encumbrado (a su pesar) como uno de los autores esenciales de la literatura universal. Sus textos, tortuosos y obsesivos, han dado forma a lo que hoy entendemos como lo kafkiano, que la RAE define como “Dicho de una situación: Absurda, angustiosa”.

Y eso es preciamente lo que aparece en las cuatro novelas que llegó a escribir: situaciones que escapan a las decisiones voluntarias de los protagonistas y que acaban envolviéndolos en sus redes, cada vez más densas y espesas, ahogándolos, asfisiándolos e impidiéndoles actuar para poder escapar de ellas.
He dicho “acaban envolviéndolos”... O empiezan, pues La metamorfosis (1916) comienza con uno de los arranques literarios (con el permiso del “En un lugar de La Mancha...”) más famoso de la historia de la literatura y que dice así:
«Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró convertido en un monstruoso insecto»
Algo extraño me ha pasado pero no sé qué es. Ese puede ser el resumen del argumento de este pequeño libro, aparentemente absurdo, que se ha convertido en una de las grandes obras maestras del siglo XX. Un cuento que es alegoría o metáfora de muchos de los complejos, miedos y comportamientos de la sociedad europeas en tiempos de Kafka y, por extensión, de muchos males de las relaciones sociales de nuestro tiempo, en donde aparecen el miedo a lo extraño y lo desconocido y la dificultad para separarnos de lo rutinario, de lo que la misma sociedad espera de nosotros y en lo que nos sentimos protegidos.
Metáforas de esas enfermedades sociales que aquejan a nuestro mundo y que se magnifican en los vericuetos de la burocracia y de la justicia, tan bien plasmados en otras dos obras suyas: El castillo (1926) y El proceso (1925).


En la primera de ellas, El castillo, el agrimensor K (el uso del acrónimo K, habitual en Kafka, crea una intensidad emocional deslumbrante) llega a las inmediaciones de un castillo, llamado por las autoridades locales, para realizar un proyecto indeterminado. Sin embargo, nunca podrá adivinar para qué está ahí y, ni siquiera, podrá acceder a esas autoridades que le han llamado para solventar su insólita situación, debido a la espesa trama de funcionarios, obligaciones locales y burocracia que todo lo enturbia y corrompe (¿les suena de algo esto?).
Un absurdo que se incrementa aún más en El proceso, en el que Joseph K (otra vez la letra K) es despertado una mañana con la acusación de haber cometido un delito y llevado por ello a los tribunales de justicia. Es en esos oscuros e incomprensibles espacios donde su vida comenzará a perder sentido, pues nunca podrá saber de qué se le acusa y se verá dramçaticamente abocado a un galimatías de burocracia, permisos, papeles, escritos, abogados... que le harán vivir en una espiral de sinsentido (¿les vuelve a sonar a algo?).

Otras dos obras maestra más del escritor praguense, que se complementan con la más luminosa e inacabada El desaparecido (1927), conocida también como América. En ella narra la llegada de un joven de 16 años a la meca que supone Estados Unidos para un emigrante de la deprimida Europa tras la Primera Guerra Mundial. No obstante tener un espíritu más esperanzador (y quizás, hasta de novela de aventuras), el libro de Kafka incide nuevamente en las dificultades, a veces incomprensibles, que traban el camino del protagonista. Pese a no estar finalizado, este título es una (otra) obra maestra de Kafka.
El libro de Bolsillo de Alianza Editorial recupera con su nuevo formato la obra de Franz Kafka, con traducciones de Miguel Sáenz, lo que es un estímulo más para completar nuestra biblioteca con obras necesarias de la literatura universal. Se anuncia la inminente salida de su famosa Carta al padre (1919), misiva dirigida a su progenitor para suavizar sus difíciles relaciones. Faltan, de momento, los libros que reúnen los relatos sueltos, algunos tan importantes como sus libros largos y supongo que finalizarán con su amplia relación epistolar con Milena Jesenská y Felice Bauer, dos mujeres importantes en la vida de Kafka y en cuyas cartas se dibuja su figura casi mejor que en cualquier biografía.
Javier Herrero

No hay comentarios:

Publicar un comentario