lunes, 6 de febrero de 2012

Las mejores intenciones

Ingmar Bergman, dibujo realizado por Javier Herrero

Bille August
Las mejores intenciones (1991) Cameo

Lo tengo que confesar: soy un romántico irredento.
Y esta película es puro amor, puro romanticismo que va más allá de los sinsabores de la vida, amor que se convierte en algo sublime cuando está tan bien contado y tan bien interpretado. Llevaba tiempo preguntándome por qué no existía en nuestro país la edición en dvd de esta maravillosa serie (y película) que dirigió el danés Bille August sobre un guión del sueco universal Ingmar Bergman. Por fin, con la cuidada edición en doble dvd de Cameo, puedo sumergirme de nuevo en esta brillante historia que tan bien escribió Bergman y que de manera tan exquisita dirigió August en 1991.
Aunque fue estrenada en salas de cine en versión reducida, el origen es una serie para la televisión de cinco capítulos que merece la pena ver entera, porque no le sobra nada, ni un suspiro de los protagonistas, ni una mirada, ni una caricia, ni un dolor, ni un sueño.
El origen de la historia es real, aunque el autor sueco la transformó de manera sutil y harto emocionante. Se trata de la vida de sus propios padres cuando, siendo jóvenes, se conocieron y se gustaron, se enamoraron y decidieron que tenían que vivir juntos, que casarse, que sentirse uno.
Anna Åkerblom (interpretada por una Pernilla August en estado de gracia) es la joven hija de una familia acomodada de Upsala (Suecia) que, en 1909 conoce a un joven estudiante de teología, Henrik Bergman (soberbio Samuel Fröller), de origen muy hu­milde y que ve en su vocación religiosa un modo de salvar su paupérrima vida. Desde el principio, la madre de Anna se opone a la unión, pero las circunstancias la obligarán a ceder y, a regañadientes y temiendo una catástrofe, da su permiso para que se casen cuando Henrik sea ordenado pastor.
Desde entonces, iniciarán una vida de austeridad en un lejano pueblo del norte que mostrará la renuncia de la mujer ante las ambiciones espirituales del marido, algo que, finalmente acabará estallando. La cinta acaba cuando Anna está encinta de su segundo hijo, que resultará ser el propio Ingmar Bergman.
El pausado tempo de la filmación, la es­cueta y brillante música de Stefan Nilsson, la fotografía deslumbrante (de Jörgen Persson, dirigida por Esa-Pekka Salonen), las interpretaciones de protagonistas y de los impresionantes secundarios, entre ellos, Max von Sydow y Ghita Nørby, interpretando a los padres de Anna... Todo convierte a esta serie en una verdadera obra maestra que, además de contar una hermosa y terrible historia de amor, no deja de lado los graves problemas que la sociedad sueca vivía en aquellos lejanos tiempos de hace un siglo, una grave crisis económica que desembocó en furibundas huelgas que dejaron al país en una situación cercana a la quiebra.
Con todo merecimiento, la cinta fue galardonada con la Palma de Oro y el Pemio a la Mejor Actriz en el Festival de Cannes de 1992.
Existe una edición literaria escrita previamente por Bergman, publicada en la editorial Tusquets.
Javier Herrero

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