Leopoldo Alas, Clarín
La Regenta (Alianza Editorial, El Libro de Bolsillo, edición
2012)
Nota de Clarín en la revista Madrid Cómico del 3 de septiembre 1898 |
El siglo XIX tiene algunas figuras literarias de importancia
esencial que recorrieron el mundo y su sociedad con sus novelas de estilo
naturalista: En la Rusia zarista, Nikolai Gogol, Leon Tolstói o Fiodor Dostoievski; en Francia, Gustave Flaubert, Honoré de Balzac o Émile Zola; en
Inglaterra, Charles Dickens, y en España, sin duda ninguna, Leopoldo Alas, Clarín (1852-1901) y Benito Pérez Galdós, fueron la voz crítica de un siglo en
el que la la burguesía lastraba una sociedad paupérrima lastrada por la miseria
que se abría a la revolución industrial y a la reivindicación de los derechos
de los trabajadores. Los patrones antiguos comenzaban a ser puestos en
entredicho y, frente a la generalizada incultura y el casi universal
analfabetismo del pueblo, algunos escritores plasmaron los rasgos y las taras
de un mundo que se transformaba cada vez más rápidamente. Atrás quedó el
romanticismo y la cruda realidad se imponía como argumento recurrente de la
obra de los literatos. Hay que admirar, además, la gran calidad narrativa que
une a todos estos autores, capaces de traspasar el discurrir de la vida a las
letras con una precisión casi mágica, con un dibujo de personajes tan exhaustivo
como una filigrana que late y vive entre las páginas, casi como la vida misma.
Para muchos, y con la obligada disculpa a Galdós, Leopoldo
Alas, Clarín, representa la cumbre de la novela del siglo XIX, fundamentalmente
por una novela: La Regenta, escrita
entre 1884 y 1885. Clarín, zamorano de nacimiento, fue un gran narrador de
cuentos un muy conocido articulista de la época. Su filosofía liberal,
republicana y anticlerical le permitió plasmar en sus textos, y sobre todo en
La Regenta, su desilusión ante una sociedad corrompida, apagada y poco
estimulante para los espíritus abiertos.
La narración que cuenta La Regenta es en apariencia simple:
se trata de un triángulo amoroso, como tantas y tantas veces a lo largo de la
historia de la literatura. Sin embargo, Clarín se sirve de la inmejorable
descripción de los personajes y del viciado entorno en el que viven para lograr
que leyéndola sintamos que nos introducimos en el mundo real que viven los
protagonistas de la misma. Hay quien dice que, pese a su extensión, es tan
perfecta que no sobra ni falta ni una sola palabra.
En Vetusta, el pueblo donde sucede la trama, una melancólica
y paralizada ciudad de provincias (que no es sino un remedo de Oviedo), el
narrador nos cuenta las desventuras de Ana Ozores, conocida como la Regenta. Es
una mujer de una hermosura elegante y una moral intachable, que no encuentra
demasiados estímulos en la vida que lleva y se siente constantemente
atormentada y con ansias de llenar los vacíos que ocupan su espíritu. Sus aflicciones
están siempre en sus palabras cuando se confiesa con el canónigo magistral, Don
Fermín de Pas, que secretamente está enamorado de Ana y se comporta casi como
si fuera su marido. Pero en escena aparace don Álvaro Mesía, un embaucador
hipócrita y vulgar del que Ana se enamora pese a que sea espiritualmente
inferior a ella. Entre medias, multitud de personajes que hacen que exista
Vetusta como un personaje más, en el que se destilan prejuicios, vicios,
ambiciones y pesares, como un arquetipo de la sociedad española del momento.
Como comenta Ricardo Gullón (1908-1991) en el prólogo al libro, Clarín
utiliza el recurso de la retrospección, habitual en la literatura de la época,
para configurar la personalidad de sus personajes, utilizando los recuerdos
pasados que nos indican por qué son com son. Pero añade que Clarín se sirve
también de dos recursos poco frecuentes: la anticipación, con la que prevé
sucesos que podrían ocurrir en el futuro, y que activan la atención
participativa del lector, y la inversión, con la que esboza los procesos de
transformación tanto de los protagonistas como de la ciudad misma.
La historia
de un trío en el que la pasión, el amor, la moral y el deseo se transforman en
un drama que fustiga las vidas de los protagonistas. Una narración que es como
zambullirse en la vida real y, como decía Tolstói al hablar de Ana Karenina,
«El propósito de un escritor no consiste en resolver una cuestión de una vez
para siempre, sino en obligar al lector a ver la vida en todas sus formas, que
son infinitas».
Así es La Regenta.
Javier Herrero
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