Stanisław Lem dibujado por Javier Herrero |
Stanisław Lem
Paz en la Tierra
Cátedra, 2012
Podría decirse que Stanisław Lem (1921-2006) fue un inventor de interrogantes. Con su obra, el escritor polaco nos ha hecho pensar cosas que nunca nos hubiéramos planteado. Nos llevó por evoluciones de nuestro mundo, de nuestra civilización e, incluso, de nuestros propios organismos que, unas veces por absurdas, otras por terroríficamente posibles, nos han permitido cuestionarnos algunas de las bases culturales y sociales que parecen tan firmemente asentadas en nuestro planeta. Nunca quedó nada planteable que no destripara, analizara y deconstruyera para presentarlo de cualquier otra forma o para verlo desde otro foco.
Quizás Lem sea de uno de esos pocos escritores capaces de hacer realidad literaria o ensayística todo lo que el pensamiento sea capaz de imaginar. Creó juegos de identidad en Solaris (1961, editada recientemente en Impedimenta), quizás su obra maestra en la que la realidad y la irrealidad juegan a las cartas de tú a tú provocando incertidumbres sobre la verdad y lo falso.
Imaginó un cataclismo mundial (mucho tiempo antes de la existencia de internet) en Memorias encontradas en una bañera (1961, publicada en 1977 por Bruguera) en el que la desaparición de los documentos (en papel) provocaban el desastre de la sociedad industrializada.
Nos hizo temblar de miedo con el azar jugando con los cadáveres de Londres en La investigación (1959, también publicada en Impedimenta).
Se adelantó muchos años a la famosa película Matrix cuando en Congreso de futurología (1973, con una edición en Alianza Editorial) imaginó un mundo de humanos viviendo en una realidad falsa y oculta tras un infinitum de trampas mentales y narcóticas. En esta última novela aparece el que fue su personaje más famoso, Ijon Tichy, un aventurero que, al modo de Gulliver, recorría el espacio interestelar conociendo otros mundos. Mundos que, en el fondo, no son más que variantes fantásticas, divertidas, irónicas, a veces estrambóticas, de nuestro propio mundo.
Es inexcusable la lectura de Diarios de las estrellas (Viajes y Memorias) (1957), que cuenta con uno de los inicios más fabulosos, con el protagonista peleándose con sus yoes de ayer, de mañana, de pasado mañana, de antes de ayer... (Qué bueno sería una nueva edición de este libro que publicó Bruguera allá por 1978 y hoy difícilmente localizable).
Para sorpresa de aficionados a la fantasía y lemistas irredentos, Cátedra despide este 2012 con un texto inédito en español, que también tiene a Ijon Tichy como protagonista, Paz en la Tierra, escrito por Lem en 1987. Y en él vuelve a plantear interrogantes y cuestiones deslumbrantes, como el desdoblamiento del cerebro del protagonista en dos entidades con voluntad independiente. O el desarrollo de prototipos de compañía para el placer sexual, la protección o el delito, con los múltiples conflictos morales y judiciales que podría conllevar.
También hace una reflexión sobre el desarrollo armamentísitco de las potencias de la tierra (hay que obsevar que escribió Paz en la Tierra unos años antes de la Caída del Muro y del fin de la Guerra Fría). Ijon Tichy se ve involucrado en una misión secreta para verificar el contradictorio plan de desarme global que plantea un desarrollo de las armas por sí mismas, evolucionando con su propia tecnología como si fueran seres vivos, pero desterradas en la luna y con el desconocimiento de los países de la tierra para que no puedan sacar beneficio de ellas. Puede parecer absurdo, pero el texto está plagado de argumentaciones y conjeturas sobre los problemas derivados de ese plan y, con ellos, Lem realiza una profunda disección del desarrollo bélico de los países de nuestro mundo.
Como en muchos otros de sus libros, en este Lem vuelve a demostrar que fue una de esas pocas mentes lúcidas que podrían haber contribuido a poner un poco de cordura en nuestro loco planeta azul (aunque si se hubiera dedicado a ello, habríamos perdido a un emocionante, divertido e incisivo escritor y, quizás, solo habríamos recibido a otro político más).
Como muestra de su capacidad dialéctica, una frase de Paz en la Tierra:
«Mucho tiempo después, Tarantoga me contó que la prímula se secó, porque al primo, entusiasmado con sus investigaciones paleobotánico-gastronómicas, se le olvidó regarla. Se trataba de un fenómeno típico: el que solo piensa en plural, no da importancia al singular. Es por eso que los grandes reformadores, quienes aspiran a hacer feliz de golpe a toda la humanidad, no tienen paciencia para personas concretas».¡Terríblemente contemporáneo!
¡Deslumbrantemente cercano!
Javier Herrero
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